José Luis López es Licenciado en Ciencias Ambientales, actualmente director de proyectos de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), organización fundada en el año 1997. Durante su experiencia profesional ha trabajado principalmente en organizaciones del tercer sector, coordinando proyectos y equipos de trabajo en áreas de vivienda, eficiencia energética y medio ambiente.

José Luis López, Director de Proyectos de la Asociación de Ciencias Ambientales – ACA
Como responsable del área de Cambio Climático y Transición Energética de la Asociación de Ciencias Ambientales ha dirigido proyectos ligados a la rehabilitación energética de edificios como los proyectos REPEX, HABILITA o GENERIS, la movilidad sostenible, como el proyecto DesAUTOxícate, ganador de 4 premios y es coautor, entre otros, de los cuatro estudios realizados por ACA en 2012, 2014, 2016 y 2018 sobre la Pobreza Energética en España.
Quisiera empezar por apoyar este artículo en el Séptimo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), relativo a la “Energía asequible y no contaminante”.

Objetivo de Desarrollo Sostenible número 7: Energía asequible y no contaminante
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son una serie de objetivos globales que en septiembre de 2015 se marcaron los líderes mundiales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos y en concreto, en el ODS 7 se resume gran parte de lo que recogeré a continuación.
En el texto del ODS 7 (energía asequible y no contaminante) se indica que “el acceso universal a la energía es esencial”, sin embargo, a pesar de ello el 13% de la población mundial no tiene acceso a servicios modernos de electricidad y más de 300 millones de personas, dependen de fuentes como la madera, el carbón o los propios desechos animales para cocinar y calentar su comida.
Cada uno de los ODS estableció una serie de metas que se pretenden alcanzar tras 15 años (en 2030) y una de las que recoge el ODS 7 es que en 2030 exista un acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos. Lo que me planteo y os planteo es ¿Lograremos alcanzarla? Quiero pensar que sí, pero creo que queda mucho camino por recorrer, incluso en países desarrollados como el nuestro. Voy a explicaros por qué.
Probablemente hayas escuchado hablar de la pobreza energética.
A lo largo de la última década he ahondado en el conocimiento de este problema, en las formas de cuantificarlo y en la búsqueda de soluciones para erradicarlo y creo que, mientras exista un solo hogar que lo padezca, no habremos alcanzado la meta del ODS.
Aunque no sepas una definición exacta, seguro que asociarás este problema a aquellas personas o familias que tienen dificultad para pagar o utilizar la energía que necesitan, lo que les está “obligando” a pasar frío en sus propias casas, a retrasarse en el pago de los recibos energéticos o incluso a sufrir cortes de suministro y poner en riesgo su salud. La pobreza en nuestro país, por tanto, está asociada principalmente a un problema de capacidad del pago. Existe otra perspectiva del problema cuando nos situamos en otros países del mundo, especialmente en los países del sur mundial, donde la pobreza energética es algo aún más primario que un problema de asequibilidad. La pobreza energética existe porque ni siquiera los hogares tienen garantizado el acceso a fuentes de energía modernas como la electricidad. Es decir, la desigualdad es tal que en estas regiones del planeta no es que no se pueda asumir su precio, sino que no se puede acceder al propio suministro.
El problema de una familia en situación de pobreza energética en España puede hacerse visible por la la necesidad de destinar un alto porcentaje de los ingresos al pago de la energía o por tener que reducir al máximo el consumo, con el fin de poder pagar la factura a final de mes. El problema de una familia en situación de pobreza energética que pertenezca a los 1.000 millones de personas en el mundo que carecen de electricidad en sus casas, está un escalón por debajo de la incapacidad de pago. Aunque en la bibliografía se denomine en ambos casos como una situación de pobreza energética, el primero de ellos hay un problema de asequibilidad, mientras que en el segundo hay un problema de acceso, que en algunos casos se ha dado en denominar como “pobreza energética extrema”. Las soluciones para este problema, por tanto, serán muy diferentes, debido a la desigual situación de partida con la que nos encontramos.
Nuestra vida cotidiana depende de servicios energéticos fiables y asequibles para asegurar el acceso y uso de la energía de forma equitativa. Quizás los que tenemos la suerte de vivir en un país que tiene garantizado (salvo excepciones) el acceso a fuentes de energía modernas, no somos del todo conscientes de las oportunidades que ello nos ofrece; nuestras empresas, nuestra movilidad, la agricultura y alimentación, las infraestructuras, la tecnología, dependen de estos servicios energéticos. Por ello, quienes no lo tienen, ven limitado su desarrollo económico y humano. La falta de acceso a la energía incrementa la brecha de la desigualdad entre regiones.
Siendo palpable el problema de la pobreza energética en diferentes regiones del planeta vuelvo al pensamiento antes transmitido. Y es que el hecho de que en 2016 en nuestro país más de 2,8 millones de personas sufrieran retrasos en el pago de los recibos o que más de 900.000 sufrieran la desconexión forzosa o voluntaria de alguno de sus suministros me hace seguir pensando que, incluso en el contexto de los países desarrollados, estamos muy lejos de alcanzar las metas propuestas para el ODS 7.
Creo que sólo se podrán cumplir plenamente cuando se garantice el “acceso universal” a energía que sea “asequible”, “fiable” y “moderna”. Sin cualquiera de los adjetivos descritos el ODS 7 se queda cojo, en cualquier parte del planeta. Además, no podemos olvidar otra componente; el mayor reto al que nos enfrentamos nuestra generación; el cambio climático.
Quizás nuestra generación sea la primera que viva las consecuencias del mismo y la última que pueda evitar que estas sean devastadoras.
Porque imaginemos que alcanzamos el objetivo de garantizar el acceso universal a toda la población mundial, que proporcionamos acceso global a la electricidad para todos los habitantes del planeta a un precio aparentemente asequible. Pero imaginemos que lo conseguimos a costa de utilizar sistemas de generación contaminantes, que no están teniendo en cuenta las externalidades ambientales. Si elegimos esta senda proporcionaremos acceso universal y habremos dado un gran paso, pero a costa de ignorar el cambio climático y de hipotecar el futuro de las próximas generaciones.
Por ello el ODS habla de energía no contaminante, porque el consumo de ésta representa en torno al 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero que se producen en el planeta y gran parte de la responsabilidad de este impacto recae en los países desarrollados que cometimos y seguimos cometiendo el error de asegurar el acceso universal a nuestras poblaciones sin tener como prioridad la sostenibilidad del planeta. Por tanto, no tenemos todo el trabajo hecho si estamos ignorando la amenaza climática o si millones o incluso decenas de millones de personas, en un país como España, se encuentran padeciendo consecuencias asociadas a la pobreza energética por tener problemas para asumir los costes de la energía. Los mercados libres o regulados deberían evitar que millones de personas en España tengan problemas de asequibilidad con un bien imprescindible como es la energía y los modelos energéticos deberían asegurar la sostenibilidad de la energía que vamos a consumir. Es el doble reto al que creo que nos enfrentamos al hablar del ODS número 7.
Y me detengo aquí para cerrar este artículo.
La existencia de situaciones de pobreza energética y la fuerte dependencia energética de energías fósiles en países como España pone de manifiesto que incluso en los países desarrollados estamos aún lejos de garantizar el ODS 7, aunque tenemos la capacidad de revertir los errores. Así mismo, en los países en los que ni siquiera tienen garantizado el acceso a toda la población, se abre también una ventana de oportunidad, un reto en el que todos los países se deben implicar: garantizar el acceso a los millones de personas que no lo tienen, cumpliendo todas las premisas que recoge el ODS 7 y considerando el futuro de nuestro planeta. Existe la tecnología y el conocimiento suficientes para lograr este reto, por lo que afrontarlo se convierte en una cuestión de voluntad y de valentía de los líderes mundiales.
Creo que es posible no dejar pasar esta oportunidad.
Muchas gracias por tu atención y como suele ser habitual se agradecen los comentarios.
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